viernes, 29 de agosto de 2008

Ser o no ser ¿Será ese el dilema?


Hace unos días me llamó una amiga casi en estado de desesperación, ella es lesbiana desde hace ya unos meses, o sea, descubrió su lesbianismo en ese entonces. Como bien decía al empezar este Blog, Paraguay es un país sumamente retrogrado en cuestiones lésbicas y homosexuales en general, su familia no sabe nada por supuesto y de ahí comienzan a darse sus crisis existenciales. Ella tiene su pareja, la misma chica con la que se descubrió y viven uno de los romances mas lindos que jamás he presenciado. Su pareja por otra parte no le exige pero si le reclama esa doble vida que lleva ante la familia por un lado y ante ella misma por otro, y no es que las personas siempre tengan que actuar de la misma manera o afrontar las cosas con el mismo empuje pero hay veces que se impone ser determinante, hay veces que necesitamos parar de mentir a todo el mundo, fingiendo ser algo que no somos. Mi amiga se presenta con este dilema, la mentira, le miente a su madre, le miente a sus amigos, a su familia en general pero lo que es peor, tiene que fingir. Es difícil, y hablo con propiedad en este caso, yo también tuve que fingir en un momento y es que no es nada fácil soltarle a tu madre y amigos “¿Saben que? Soy lesbiana, así que dejen ya de querer buscarme un buen partido”, no para nada, nunca fue fácil apostarse así la comprensión de los que quieres, porque de hecho no todos te comprenden. Pero llega un día en que necesariamente tienes que decir “BASTA”, las mentiras estresan, te desencajan, te descompensan; las mentiras no te dejan dormir en paz, prácticamente te atan a una vida paralela imaginaria que puede destruirte. La situación de mi amiga es esa, su madre se está dando cuenta, sí, ¡Las madres saben! No imaginen que se creen los cuentos que les hacemos tan fácilmente, hay ocasiones en que se los quieren creer pero esto no significa que realmente se los crean. Hay cuestiones psicológicas de por medio, una madre no quiere ni siquiera imaginar que su hija sea lesbiana, o su hijo gay, NO, ella se aferrará a la idea opuesta por fuerzas internas, porque prefiere creer (Aunque sospeche) antes de enfrentarse a la verdad. La madre de mi amiga sospecha sí, le pregunta, le cuestiona ciertas cosas, y esto está desestabilizándola, hundiéndola completamente, y con ella se está hundiendo su relación. Yo pienso que ser lesbiana no es un dilema, el dilema está en que cada una acepte su lesbianismo, que cada una asuma y afronte esta orientación sexual, porque al fin y al cabo es simplemente eso, una orientación y para nada aberrante como piensan muchos. Somos seres humanos y nuestra calidad humana no se mide por el hecho de acostarnos con quien mejor nos parezca, se mide por lo grandes que podamos ser internamente, por la nobleza que llevemos dentro, y eso se expresa a todos por igual, sean prostitutas, heterosexuales, homosexuales; ¿Cuantas Beatas he visto, Católicas hasta la médula, que le niegan una moneda de 500 Gs a un niño hambriento? ¿Cuantas (Cosa más denigrante aún) además de negarle una simple moneda les tratan bárbaramente y les echan de la iglesia (La Casa de Dios) como si fueran unos perros sarnosos? ¡Por favor! Dejémonos de ironías ¿O acaso Dios recibirá en el Reino de los Cielos a estas señoras solo por ser heterosexuales e ir todos los días a Misa? Pensemos un poco en esto y reflexionemos, ¡Si a veces una Prostituta puede llegar a ser más humana que una Católica Acérrima!
Es por eso que yo exhorto (Y nunca me cansaré de hacerlo) a cada chica lesbiana a abrirse, al final las madres, la familia o los amigos siempre terminan por aceptar, imaginen lo que sería no mentir más, no tener que fingir ante nadie, y quien no nos acepte... ¡Pobre de espíritu! Ese seguramente tampoco entrará en el Reino de los Cielos.

viernes, 22 de agosto de 2008

Fallas del sistema que reconfortan el alma


El otro día, estaba mensajeando con mi novia por el celular, mi teléfono anda con ciertos problemas técnicos, al parecer tengo algún problema de configuración que ya no sé como resolver y el mensaje se envió equivocado a otra persona.
Ese día yo estaba realmente disgustada y con miles de cosas en la cabeza, pero esa es otra historia que quizás cuente en otro momento. Luego de enviar el mensaje recibo otro en el que comunican que me equivoqué, imagínense la vergüenza que pasé, pues esa otra persona está dentro de mis contactos aunque la relación que mantenemos es simplemente “laboral” por llamarla de algún modo.
Luego de disculparme, otro mensaje; ni siquiera ella fue quien me contestó sino su novia que tenía el teléfono en ese momento, pero como son las cosas y a raíz del mensaje que yo había enviado esta chica mantiene una conversación conmigo y me empieza a dar ciertos consejos de cómo tomar la vida.
Es increíble como en algunas ocasiones alguien desconocido te puede sacar de un problema, o si al menos no te saca, lo alivia. A veces es tan reconfortante hablar con “ajenos” que no están parcializados con ninguna parte, solo le “sueltas” y te escuchan, y claro, te aconsejan según sus propios puntos de vista sin estar involucrados afectivamente con nadie, realmente me sentí bien, aliviada y le agradezco a esta persona por escucharme, por quedarse y por haberme hecho reír en ese instante.
A veces uno se siente incomprendido, las relaciones interpersonales son complicadas, y las de pareja, lo son en extremo, por momentos no ves el fondo o simplemente no ves. Esta chica me hizo ver el fondo y aunque no fue una conversación muy profunda (No son necesarias todo el tiempo) sirvió para darme cuenta de algunas cosas en las que yo no había caído, y solo puedo llegar a una una conclusión:
las personas ajenas pueden llegar a ser extremadamente sabias.

jueves, 21 de agosto de 2008

El destino de la fuente (EPÍLOGO)

Marcela acaba de graduarse, su excelente promedio la ubica en un lugar muy favorable para un buen empleo, por fin, su sueño hecho realidad.
Se viste para ir a la Graduación que será en unos minutos, tocan a la puerta, abre, mira a su alrededor… nadie. Cuando se dispone a cerrar la puerta observa algo en el suelo, es un libro, se agacha… su corazón no resiste, vuela, brinca… Sale al pasillo como en estado de delirio, corre de una esquina a la otra, vuelve a mirar el libro que ahora estrecha contra su pecho “Poemas escogidos de Safo”
- No puede ser – Se dice a sí misma – Debo estar soñando o es demasiada coincidencia.
- No lo es – Dice una voz a sus espaldas, Marcela se paraliza, se voltea lentamente y parada frente a ella la ve, no es un sueño, no es el agua de la fuente lo que siente, es ahora una realidad, la realidad que más esperó en todos estos años. Camila está algo distinta, parece mas madura, y bueno ella también, claro, pasaron los años para ambas, aunque no muchos pero los necesarios para notar la diferencia. Los ojos de Marcela se llenan de lágrimas, los de Camila ya están inundados.

Se abrazan, se sienten, se olfatean, todo en medio del pasillo, con la gente pasando, no es problema ahora, ahora solo quieren tenerse, besarse, ya sufrieron bastante por cuenta de otros, ahora ya no más, ahora son las dos, nuevamente… sin ataduras esta vez. Así que Marcela olvida la graduación y Camila el cansancio del viaje, se aman, se aman por todos los años de ostracismo, por todos los momentos de nostalgias, apenas recuerdan como actuar y ríen de aquella vez, la primera, y ríen de lo que sucedió entonces, y lloran por los infelices del mundo que no entienden esta forma de amar, pobres, pobres… y se siguen amando, una y otra vez… y vuelan…

Hoy, Marcela y Camila siguen juntas, y nunca han dejado de volar; aun con dificultades; aun con incomprensiones (A veces entre ellas mismas); aun con criterios disímiles (A veces entre ellas mismas); aun cuando pensaron que no rebasaban una crisis (Pues claro que tuvieron muchas crisis); aun contra la “autonomía social” y sus preceptos; aun en contra de los que no las entendieron; aun cuando quisieron ser infieles, aun cuando lo fueron; aun cuando pensaron que era hora de salirse, aun así, siguieron juntas; porque por encima de las incomprensiones, de las crisis, de la sociedad y de sus preceptos, de lo infiel o no que pudieron haber sido, estaban ellas. Estaba todo lo que significaba lo vivido; el camino increíble; los estados anímicos compensados; la risa de una, el silencio de la otra; estaba la determinación de querer tener esa vida y no otra; de llevarse de la mano en cualquier circunstancia; estaban las dos, por encima de Hambre en África, de la Carrera Armamentista, de las Guerras Biológicas y de la caída de las Torres, solo ellas, para ellas y ante el mundo. Por encima de todo, y a veces… hasta por encima de Dios.

El destino de la fuente (V)


Camila sueña, es un sueño raro, “…en él aparece atada con unas cadenas en medio del océano, va en un crucero en donde todos están vestidos de etiqueta y ni siquiera la ven, ella grita, corre de un lado a otro pero nadie la escucha, y en medio del tumulto ve a su padre, pero este sí la ve, y ríe, con una sonrisa burlona y grotesca…”. Abre los ojos aun con un sabor amargo por tal pesadilla y distingue una sombra que parece chinesca al principio, como observándola al borde de sus pies, su visión se aclara a medida que se incorpora y ahí, parado, con la misma sonrisa burlona que en su sueño lo ve nítidamente.

Camila pega un brinco y trata de cubrirse con lo primero que encuentra, cubre también a Marcela que despierta poco a poco por tanto movimiento. Pobre Marcela, cuando ve a aquel hombre comienza a llorar descontrolada y desconsoladamente cubriendo su cara. Se viste apenas puede.

- ¡Puedes al menos voltearte! – le grita Camila a su padre
Su padre se voltea sin cambiar la expresión de su rostro, lentamente. Terminan de vestirse lo más rápido que pueden, Marcela no para de llorar y de repetir una y mil veces la vergüenza por la que está pasando.
-¡Basta de lloriquear chiquilla! – Ordena el Padre de Camila – Bien que lo disfrutaste hace un rato
-¡Cállate! – Camila se descontrola - ¡No tienes ningún derecho!
- ¿No tengo ningún derecho? Ahora verás si tengo o no derechos – Agarra a Marcela por el brazo casi lastimándola - ¡Tú! ¡Afuera! – Abre la puerta de un tirón y expulsa a Marcela del apartamento. Camila se desespera y corre detrás de ella en un intento fallido, pues su padre la toma por los hombros y la lanza hacia el butacón de la sala, cerrando la puerta de un golpe.
- ¡Lesbiana de mierda! – Su padre le grita pero Camila no baja la cabeza, le mira desafiante, con una ira implacable reflejada en sus ojos.
- ¡Pero al menos lo asumo! No como tú ¡Reprimido! – Se levanta Camila y pone su rostro a milímetros de distancia del de su padre - ¡Sí! ¡Reprimido! – Repite, su padre levanta el brazo, quiere abofetearla, Camila pone su mejilla - ¡Hazlo! ¡Descarga en mí tu frustración! – No lo hace.
- Este es tu fin Camila
- ¡No! Es tu fin – Replica Camila – Preferiste hacer infeliz a mi madre, claro, era más fácil así, ¿Pero sabes qué? Eres un inmoral, para mí no vales nada, así que no vengas a darme sermones, eres el menos indicado.
- ¿De qué hablas infeliz? – Su padre se pone nervioso, Camila dibuja en su rostro ahora la sonrisa irónica que antes él tenía.
- ¿Crees que no lo sé Felipe? ¿Crees que no te vi muchas veces en el establo, como los animales, con Javier? ¿Crees que mi madre no te vio también?
-¡Cállate o…!
-¿O qué? – Se impone Camila
-¡Se acabó! – Toma a Camila por el brazo y la conduce a la puerta, a empujones hace que entre al elevador, a empujones la saca del edificio, a empujones la sube al auto, y a empujones se la lleva de allí.

Marcela camina sin orientación, sin rumbo, vuelve sobre sus pasos, prosigue, sus ojos no paran de llorar, siente miedo, “¿Por qué tenía que ser así?” piensa… Teme por Camila, la dejó allí, sola con aquel monstruo, teme, teme que todo salga mal, y le invade una desazón enorme, y se desploma, en medio de la calle, de la gente que pasa pero ella no ve, ahí queda, como inerte, sin vida, completamente destruida y vorazmente sola.

Camila no se comunica, Marcela ha tratado por dos días seguidos de ponerse en contacto, todo en vano. Siente que el mundo se le viene encima que parte de ella se desprende por completo, enloquece. Se viste a prisa, agarra sus cosas y sale del internado.
Llega al edificio y sin tan siquiera preguntar al portero sube: 1-2-3-4-5-6, Parada. Busca el departamento 13, le dan escalofríos, es muy supersticiosa pero eso no le impide acercarse a la puerta, y ahí prendida de un adhesivo, una hoja de papel:
“Marcela, sé, tengo la total certeza de que pasarás por acá en algún momento, no temas, yo estoy bien aunque lejos, muy lejos, no pude llamarte ni verte, todo fue muy rápido, mi padre bloqueó todas mis líneas y me envió a un internado fuera del país, lo sé, no llores, vamos a estar juntas ya verás, solo espérame, espera a que vuelva, te amo, no lo olvides jamás, te amo con todo mi corazón, siempre tuya y por siempre, Camila”
Marcela cae al suelo con la hoja de papel presionada a su pecho y llora, llora con un dolor hueco, no siente sus piernas, su corazón, no siente la vida, nada. Se va de allí corriendo, llorando aun corre hacia aquella plaza en donde por primera vez la vio, en donde comenzó todo, corre con la esperanza de verle mojando su rostro en aquella fuente. No la ve.

Marcela se sienta en el mismo banco, va hacia la fuente y moja su rostro, es ahí donde siente a Camila con ella, entra completamente, se sumerge, y es en esa fuente, en ese instante, donde ama a Camila una vez más, siente en aquella agua la humedad de Camila en su cuerpo, su calor, y así, día tras día, año tras año, fue Marcela a esa fuente, ahí amó a Camila una y otra vez, ahí sintió sus besos cada vez que sumergía su rostro, su cuerpo, en donde la veía reír cada vez que observaba su propio reflejo en el agua, y año tras año fue Marcela, y año tras año nunca dejó de amar a Camila en el agua de su Fuente.

lunes, 18 de agosto de 2008

El destino de la fuente (IV)



Camila se paró justo frente a ella, Marcela subió su cabeza lentamente fijando sus ojos en los de Camila:

-Perdóname – Atinó a decir antes de romper a llorar
Camila se agacha junto a ella, la abraza, Marcela tiembla, se estremece.
-Vamos – Le susurra Camila al oído
Marcela se levanta, casi tambaleándose, se apoya sobre el brazo de Camila y camina junto a ella. No pronuncian palabras, el aire se carga con el silencio, un silencio que llega a ser ensordecedor.
Llegan a la puerta de un edificio, Camila abre y pasan al interior de un gran hall. Camila saluda al portero y sigue con Marcela aun prendida de su brazo, entran al elevador, 1-2-3-4-5-6: Parada.

Salen del elevador y entran al departamento 13:

- No me gusta ese número – Dice Marcela – Es de la mala suerte
- No creerás en esas cosas ¿No? – Replica Camila
- Si – Se sonroja Marcela
Camila ríe.

Una gran sala y un amplio ventanal de cristal por donde se distingue gran parte de la ciudad, hasta la bahía.

- ¡Es Precioso!
- Sabía que te gustaría ¿Quieres sentarte? Tengo algo para ti – Camila se pierde en el interior.
Marcela echa una ojeada rápida, Tallas de madera, muebles de bambú, todo parece de "La cabaña del tío Tom", simplemente le fascina, siente pasos, Camila se acerca y trae un libro en su mano:

- Es para ti – Se lo entrega
Marcela lee el título, le mira interrogante:
- ¿Por qué me regalas un libro de Safo?
- ¿Y por qué no?
- No sé
- ¿A qué le temes Marcela? – Marcela calla, pierde su mirada por el ventanal
- Muy bien – Camila retira el libro de las manos de Marcela y lo pone sobre la mesa
- Me da miedo que me gustes, me da miedo convertirme en eso
- ¿En eso?... “eso”, define “eso” – Parece que le divierte la situación a Camila, pero muy por el contrario, le desespera.
Mas silencio, Marcela calla, no se atreve a pronunciar palabras.

Camila se llena de paciencia, se sienta otra vez a su lado, le aparta los cabellos de la cara muy delicadamente, Marcela se electriza, cierra los ojos, su corazón se agita, no entiende como es posible que alguien le cause semejantes sensaciones.

- ¿Tienes miedo de qué Marcela? – Le susurra al oído.
Marcela empeora, siente que su temperatura se eleva, que llega a los 40, ni siquiera se atreve a mirar a Camila - ¿Le temes a ser lesbiana? – Le dice por fin.
El solo hecho de escuchar esa palabra hace que Marcela pegue un brinco, Marcela se crió en el interior, es una chica humilde, siempre tuvo sus preceptos bien definidos: Estudiar, independizarse, casarse, tener hijos, familia, o sea, “lo normal”. Nunca se vio fuera de ese patrón social; sin embargo esto que estaba sintiendo la sacaba de cualquier dogma, y lo peor era que no podía luchar contra eso, por más que se lo proponía.

- No digas eso, no me gusta esa palabra, no quiero no, no quiero serlo yo, yo no.
- Entonces ¿Qué haces acá? ¿Por qué lo buscas entonces?
- ¿Acaso tú lo eres?... ¿Lo sabías?
- No, te lo dije una vez, nunca antes… Pero no voy a luchar contra lo que siento– Se levanta de un tirón y va hacia el ventanal.
- Enséñame entonces – Marcela se levanta, se coloca detrás suyo.
- ¿Qué te enseñe? ¿A qué? – Se voltea Camila casi chocando con el rostro de Marcela que inesperadamente encontró muy cerca del suyo
- A ser como tú
Siente la agitación de Camila y de ella misma, ya no se evitan, es imposible frenarse ahora, las dos junto al ventanal, una frente a la otra, muy cerca, devorándose con la mirada, se sienten: Agitación… Los latidos del corazón de ambas suenan como repique de tambores en medio de aquel silencio.
Camila se acerca más, suave, tampoco sabe muy bien como actuar, pero su instinto le dice, le sugiere, “bésala, ahora, bésala”, lo hace, sus manos entre aquellos cabellos, su boca en aquella boca, Marcela la atrae más hacia ella, más aun, y más agitación; no paran ahora, Camila recorre el Mentón de Marcela, Marcela el cuello de Camila, se comen, se inhalan, se olfatean, se mastican… se desvisten, no hay paradas momentáneas, no hay escalas, no pueden simplemente detenerse, las dos sobre la alfombra, desplegándose, desnudándose, amándose. Al fin desnudas, se miran, es la única escala que hacen, se tocan, experimentan, ríen… Camila toca en algún lugar que hace que Marcela se contraiga – ¿Qué hiciste? – Pregunta, - No sé – Responde,
–Sigue – Y sí, sigue, pero ahora es su boca la que sigue, como si le llamaran de aquel centro, húmedo, jugoso, deleitable, y va como el llamado que siente, Marcela no entiende pero se deja, Camila absorbe, bebe, Marcela se contrae cada vez más, se arquea, gime, grita, se descontrola y estalla, ¡Oh, cómo estalla! Camila sube hasta su boca, la besa de nuevo, Marcela respirando a penas, agitada, desfallecida, siente su olor en los labios de Camila y bebe de ella misma mientras la besa.
- ¿Qué fue todo eso? Pensé que me moría
- Es que casi llegaste al cielo – Contesta Camila riendo
- No – Replica Marcela – Casi no, estuve en él.
Se besan otra vez. Ahora es Marcela quien siente aquella humedad… y palpa, Camila sobre ella, se mueve involuntariamente, le da compás a sus caderas sobre esas otras caderas, su respiración se acelera más en la medida con que aquellos dedos se deslizan entre sus piernas, y sí, es como estar en el cielo, Camila explota, erupciona, queda sin fuerzas, se derrumba sobre Marcela que la acoge en un abrazo intenso, y la besa, la besa como si se fuera acabar el mundo en ese preciso instante.

Duermen ahora profundamente, desnudas, extasiadas, satisfechas. Duermen en un excelso abrazo, y aun dormidas se besan, se abrazan, se acurrucan. Es por eso que no escuchan los pasos que se acercan, y siguen dormidas, unidas, enlazadas.
Continuará...

martes, 12 de agosto de 2008

El destino de la fuente (III)



No quedaron en nada sino en que “algún día de estos” se encontrarían lejos de la vista pública, solo para conversar, solo eso, pero en un entorno un poco más privado, lejos de miradas interrogantes, de niños alborotando alrededor y del ruido de los autos.

Camila llega a su casa, que en realidad no es su casa sino uno de los departamentos de su padre, hombre adinerado, y en el cual se queda por lo de sus estudios. Camila estudia en la ciudad así que ese departamento es su albergue hasta terminar, ella lo decoró a su estilo, bohemio, sobrio, rústico, le gusta lo rústico, las cosas sin pulir, según ella son mas simples y menos complicadas. Camila estudia ciencias; Marcela Artes, después lo supo, como también supo que ambas Facultades quedaban relativamente cerca. Marcela vive en el internado de la Facultad de Artes, a Marcela no le alcanza mucho el capital por lo que no puede darse ciertos “lujos” y rentar un departamento sería uno de ellos.

Camila entra en la ducha, “Marcela se tumba en la cama” – el agua corre por su cuerpo dejando pompas por la presión, “Marcela se desviste” – Camila cierra sus ojos, “Marcela camina con cortos pasos a su encuentro, entra con ella a la ducha, enjabona su espalda, su cintura, sus senos” – Camila sueña.

Sale a la calle camino a la Facultad después del baño, de las imágenes que en su mente se formó. Casi llegando, un grupo de muchachas cruzan por su lado, Marcela entre ellas, no la mira, finge no conocerla y sigue su camino acompañada del grupo, Camila se queda parada mirando las figuras alejarse, decepcionada, con el alma estrujada como el celofán que envuelve un caramelo, sigue su camino.

No volvió a la fuente al día siguiente, ni el otro, ni en cinco días. Marcela desespera, se tortura por su idiotez y su falta de coraje, siente miedo, un miedo atroz de no volver a ver a Camila, siente que la vida se le está yendo minuto a minuto. Se marcha una vez más de la plaza y una vez más con el vacío en el alma. Camina por inercia sin saber a dónde le están llevando sus pies, sin poder ejecutar acciones, solo camina.

El día termina y Camila se dirige a casa, baja por las escaleras de la facultad, atraviesa el inmenso jardín delantero y allí, tumbada en la hierba bajo la sombra de un árbol, con los pies cruzados y la vista clavada en el suelo, la ve.
Continuará...

lunes, 11 de agosto de 2008

El destino de la fuente (II)


Así cada mañana se encontraban, para reír, intercambiar ideas, Marcela le comentaba sobre los libros que leía, de las fantásticas historias que casi vivía con cada personaje. Camila atenta gustaba de escucharle, se estremecía con la pasión de Marcela a la hora de exponer los detalles, como le brillaban los ojos, se le encendía la piel y Camila se encendía con ella, le iba creciendo la chispa del conocimiento, de la pasión literaria.

Un día leyeron juntas una historia de Mitología que Marcela seleccionó con entusiasmo. Marcela leyó para Camila casi toda la mañana, era una historia algo triste, “Las Pléyades y Orión”. Camila no entendía bien la decisión de Zeus al convertir a las siete hermanas en una constelación de estrellas, no se conformó nunca con el final y sus lágrimas comenzaron a asomar por la punta de sus ojos. Marcela sacó un pañuelo, enjugó sus lágrimas y en un acto totalmente incondicionado besó su pañuelo húmedo. Camila observó, se quedó viendo:

- ¿Por qué hiciste eso? – Preguntó Camila
- ¿Por qué todo necesita una respuesta lógica? – Argumentó Marcela

Más risas, más cercanía, los labios separados solamente por milímetros, sin despedidas esta vez, más cerca aún, y un beso… suave, delicado, sereno… tornándose de a poco en voraz, insaciable, intenso. Las manos de Marcela recorren el cuello de Camila, las de Camila la espalda de Marcela, de momento la realidad:

- ¡Estamos en un lugar público Camila!
- ¡Si! ¿Qué nos está pasando?
- No lo sé
- Yo tampoco
- ¿Quieres continuar?
- Quiero
- ¿No piensas que hacemos mal?
- No pienso que está mal lo que siento o cómo lo siento
- Me gustas Camila, nunca me pasó esto con una chica
- Lo sé, a mí tampoco, pero me haces volar y me gusta
- Si, también me gusta que me hagas volar

Caminaron esta vez por la plaza, agarradas de la mano, entrelazando sus dedos pero sin mirarse, no entendían; corazones al galope, humedad, más humedad solo con el roce de sus dedos, indescriptibles sensaciones… La despedida, cada vez más poco deseada, se inventaban cualquier excusa para continuar allí, una frente a la otra, las dos en aquella plaza.

- ¿Quieres ir a mi casa? – Pregunta Camila mirando hacia abajo, su mirada clavada en el suelo
Marcela levanta su rostro - ¿Vives con alguien? – Quiere asegurarse
- Vivo sola
A Marcela le chispea el alma… pero siente miedo, se aparta
- ¿Qué sucede? – Camila se preocupa
- Tengo miedo – Llora Marcela
- Solo quiero que conozcas donde vivo, solo eso – La calma Camila
- ¿Lo juras?
- Lo juro

Continuará...

viernes, 8 de agosto de 2008

El destino de la fuente (I)



Allí estaba ella, tomando como cada mañana el agua de aquella fuente situada a media plaza. Era un hábito peculiar, no sabía bien por qué pero siempre se le antojaba este despliegue matutino, el agua era cristalina, pura y brotaba helada, sencillamente exquisita.
Cada mañana ella (la chica del banco de la plaza) la observaba, cada movimiento al acercar sus manos, el agua derramándose por entre sus dedos, cada gesto al saborear ese cristal líquido apenas surcando sus labios.
Ella "La del banco" tenía que dejar a un lado su lectura cuando ella "La de la fuente" se acercaba. Ya sabía lo que vendría después, una sonrisa amplia en sus labios, un deleitable rostro de placer para luego desplazar sus manos, mojadas aún, hasta su delgado y fino cuello, formando parte también de este ritual aquella parte de su cuerpo. Luego se quedaba inmóvil, mirando fijamente hacia no sabía qué sitio en el fondo de la fuente.
Un día ella “La del banco” se decidió y fue al encuentro de ella “La de la fuente”:

- ¿Por qué lo haces? – Le dijo
- ¿Hacer qué? – Le respondió
- Eso que haces – Volvió a decir
- ¿Por qué todo necesita una respuesta lógica? – Argumentó

Rieron, es cierto, pensó Marcela “La del banco” que ahora ya tenía nombre para Camila “La de la fuente”. Conversaron esa mañana, apenas cuatro palabras pero era un gran adelanto para ella “la del banco” o perdón, Marcela (cierto que ya tiene nombre); y era un gran adelanto por la sencilla razón que aquella chica, Camila, siempre le intrigó, algo había en ella que le despertaba curiosidad y no una curiosidad malsana, sino el misterio, al principio pensaba que le faltaba algún tornillo, después comenzó a creer que era extremadamente sensible aquel acto, luego… luego no entendió muy bien lo que sentía.

A la mañana siguiente volvió Camila y ahí estaba Marcela, como siempre con su libro y como siempre, en el mismo banco. Camila le hizo una seña al pasar por su lado y esta se levantó casi hipnotizada:

- Prueba tú – Dijo Camila
- ¿Quieres que lo haga? – Preguntó Marcela
- No, Quiero que lo sientas

Y por primera vez Marcela sintió lo que cada mañana experimentaba Camila, la frescura mas intensa que jamás imaginó. Por ese instante se sintió parte de su piel, con la misma sensación y vivencia, con la misma energía, con igual intensidad. Rieron al unísono, siempre reían así, descolgadas, sueltas, desatadas; luego los ojos, se miraban, era como una conexión mental que jamás habían experimentado con algún otro ser humano, se llegaban al fondo: Camila/Marcela, Marcela/Camila; luego se ruborizaban aunque no le encontraban explicación a tal rubor, solo sucedía, y ahí lógicamente tenía que llegar la despedida por la falta de palabras, por la turbación mediante que no las dejaba articular sentidos:

- Entonces, ¿hasta mañana?
- Si claro, hasta mañana

Un beso, un ardor de pieles que continuaban sin entender, una humedad inmensa en ambos centros, mas rubor, más calor, menos palabras.

…Continuará…

jueves, 7 de agosto de 2008

LaFemme&LaAndrógina



Hay ciertas diferenecias (Siguiendo un poco el tema de DIVERSIDAD LÉSBICA) entre los diferentes prototipos y estereotipos de lesbianas, pero ahora vamos a adentrarnos un poco más en la seducción y las armas que cada prototipo emplea para esto.

Primero vamos a definir brevemente los dos estereotipos característicos, o al menos los más predominantes:

1) La Femme:
La Femme es la chica típica femenina que nadie puede imaginar que sea lesbiana, se maquilla, se viste acorde a su sexo, aunque generalmente de Jeans no le incomoda usar faldas y le gusta sobre todo sentirse hembra, seductora, generalmente segura de sí misma y de andar firme, le gusta gustar y juega constantemente a encantar a los demás.

2) La Andrógina:
Esta anda en el límite de lo femenino-masculino (aunque muchas veces lo rebasan). Es la chica que usa vaqueros de hombre, poleras masculinas (Aunque ahora no se distingue bien por lo de la onda unisex), championes (zapatillas ó tennis en dependencia de la región) a veces botas, o aquellas sandalias artezanales grandes y exuberantes. No se maquilla, le gusta sentirse "fuerte" y por nada del mundo se pondría una falda. Se le puede distinguir facilmente, no se lanza nunca a la primera y tienen un gesto bastante frecuente : Cuando quieren llamar la atención o se encuentran en una situación extraña o embarazosa, se rascan la cabeza.

Hechas estas definiciones citemos algunas diferencias de actitudes con respecto a ambos prototipos en cuanto vida, seducción y otras cuestiones:

1- Dos Femmes pueden estar juntas, pero dos androginas, si es que lo intentan, sería un desastre, un choque de trenes.

2- Mientras más una Andrógina ignora a una Femme, más la Femme se desespera… más pondrá su atención en la Andrógina y no parará hasta llevarla a su cama, la Femme va a intentar juego tras juego de seducción para llamar la atención de la Andrógina, se va a agotar, se va a enloquecer, pero cada vez se empeñara más, y empleará cualquier recurso para atrapar a su víctima, o sea, la Andrógina. Esto es producto de que la Femme no puede concebir no ser deseada.

3- La mujer Andrógina se "hace" la dura, pero la Femme siempre es la fuerte de la película y la Andrógina de miel, en cuanto a carácter, en cuanto a quien lleva los pantalones, esa es la Femme, solo que la Andrógina cree lo contrario.

4- A la Andrógina le gusta que le anden detrás, a la Femme le gusta andarle detras a la Andrógina.

5- A la Andrógina le gusta que la seduzcan, a la Femme le gusta seducir.

6- A la Andrógina le gusta "darse lija" esto quiere decir, darse importancia y la Femme pierde la paciencia con facilidad ante estas actitudes, así que suele suceder que la Andrógina comienza a poner interés en la Femme cuando esta última ya lo perdió.

Seguiremos con más en otra, yo al menos me divertí mucho pensando y escribiendo esto y sí, solo hay que observar un poco el comportamiento humano y cada uno saca sus propias conclusiones, hasta la próxima.