martes, 12 de agosto de 2008

El destino de la fuente (III)



No quedaron en nada sino en que “algún día de estos” se encontrarían lejos de la vista pública, solo para conversar, solo eso, pero en un entorno un poco más privado, lejos de miradas interrogantes, de niños alborotando alrededor y del ruido de los autos.

Camila llega a su casa, que en realidad no es su casa sino uno de los departamentos de su padre, hombre adinerado, y en el cual se queda por lo de sus estudios. Camila estudia en la ciudad así que ese departamento es su albergue hasta terminar, ella lo decoró a su estilo, bohemio, sobrio, rústico, le gusta lo rústico, las cosas sin pulir, según ella son mas simples y menos complicadas. Camila estudia ciencias; Marcela Artes, después lo supo, como también supo que ambas Facultades quedaban relativamente cerca. Marcela vive en el internado de la Facultad de Artes, a Marcela no le alcanza mucho el capital por lo que no puede darse ciertos “lujos” y rentar un departamento sería uno de ellos.

Camila entra en la ducha, “Marcela se tumba en la cama” – el agua corre por su cuerpo dejando pompas por la presión, “Marcela se desviste” – Camila cierra sus ojos, “Marcela camina con cortos pasos a su encuentro, entra con ella a la ducha, enjabona su espalda, su cintura, sus senos” – Camila sueña.

Sale a la calle camino a la Facultad después del baño, de las imágenes que en su mente se formó. Casi llegando, un grupo de muchachas cruzan por su lado, Marcela entre ellas, no la mira, finge no conocerla y sigue su camino acompañada del grupo, Camila se queda parada mirando las figuras alejarse, decepcionada, con el alma estrujada como el celofán que envuelve un caramelo, sigue su camino.

No volvió a la fuente al día siguiente, ni el otro, ni en cinco días. Marcela desespera, se tortura por su idiotez y su falta de coraje, siente miedo, un miedo atroz de no volver a ver a Camila, siente que la vida se le está yendo minuto a minuto. Se marcha una vez más de la plaza y una vez más con el vacío en el alma. Camina por inercia sin saber a dónde le están llevando sus pies, sin poder ejecutar acciones, solo camina.

El día termina y Camila se dirige a casa, baja por las escaleras de la facultad, atraviesa el inmenso jardín delantero y allí, tumbada en la hierba bajo la sombra de un árbol, con los pies cruzados y la vista clavada en el suelo, la ve.
Continuará...

2 comentarios:

Catalina Zentner Levin dijo...

El destino se encargará de derribar las barreras y los miedos. Marcela y Camilia se encontrarán en el punto justo que el deseo determine.
Mientras, la fantasía se expande y alimenta las ansias reprimidas.
Saludos,

Gnóstica dijo...

Son cosas Catalina que escribo por mis propias vivencias, cuando comencé a sentir estas inclinaciones... uff simplemente es algo que te "apachurra el coco", pero como bien dices, siempre triunfan las ansias de volar y el deseo de sentirse libre, gracias una vez más, un beso,

Gnóstica