viernes, 8 de agosto de 2008

El destino de la fuente (I)



Allí estaba ella, tomando como cada mañana el agua de aquella fuente situada a media plaza. Era un hábito peculiar, no sabía bien por qué pero siempre se le antojaba este despliegue matutino, el agua era cristalina, pura y brotaba helada, sencillamente exquisita.
Cada mañana ella (la chica del banco de la plaza) la observaba, cada movimiento al acercar sus manos, el agua derramándose por entre sus dedos, cada gesto al saborear ese cristal líquido apenas surcando sus labios.
Ella "La del banco" tenía que dejar a un lado su lectura cuando ella "La de la fuente" se acercaba. Ya sabía lo que vendría después, una sonrisa amplia en sus labios, un deleitable rostro de placer para luego desplazar sus manos, mojadas aún, hasta su delgado y fino cuello, formando parte también de este ritual aquella parte de su cuerpo. Luego se quedaba inmóvil, mirando fijamente hacia no sabía qué sitio en el fondo de la fuente.
Un día ella “La del banco” se decidió y fue al encuentro de ella “La de la fuente”:

- ¿Por qué lo haces? – Le dijo
- ¿Hacer qué? – Le respondió
- Eso que haces – Volvió a decir
- ¿Por qué todo necesita una respuesta lógica? – Argumentó

Rieron, es cierto, pensó Marcela “La del banco” que ahora ya tenía nombre para Camila “La de la fuente”. Conversaron esa mañana, apenas cuatro palabras pero era un gran adelanto para ella “la del banco” o perdón, Marcela (cierto que ya tiene nombre); y era un gran adelanto por la sencilla razón que aquella chica, Camila, siempre le intrigó, algo había en ella que le despertaba curiosidad y no una curiosidad malsana, sino el misterio, al principio pensaba que le faltaba algún tornillo, después comenzó a creer que era extremadamente sensible aquel acto, luego… luego no entendió muy bien lo que sentía.

A la mañana siguiente volvió Camila y ahí estaba Marcela, como siempre con su libro y como siempre, en el mismo banco. Camila le hizo una seña al pasar por su lado y esta se levantó casi hipnotizada:

- Prueba tú – Dijo Camila
- ¿Quieres que lo haga? – Preguntó Marcela
- No, Quiero que lo sientas

Y por primera vez Marcela sintió lo que cada mañana experimentaba Camila, la frescura mas intensa que jamás imaginó. Por ese instante se sintió parte de su piel, con la misma sensación y vivencia, con la misma energía, con igual intensidad. Rieron al unísono, siempre reían así, descolgadas, sueltas, desatadas; luego los ojos, se miraban, era como una conexión mental que jamás habían experimentado con algún otro ser humano, se llegaban al fondo: Camila/Marcela, Marcela/Camila; luego se ruborizaban aunque no le encontraban explicación a tal rubor, solo sucedía, y ahí lógicamente tenía que llegar la despedida por la falta de palabras, por la turbación mediante que no las dejaba articular sentidos:

- Entonces, ¿hasta mañana?
- Si claro, hasta mañana

Un beso, un ardor de pieles que continuaban sin entender, una humedad inmensa en ambos centros, mas rubor, más calor, menos palabras.

…Continuará…

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias!


Lindo y erotico cuento!

Gnóstica dijo...

Poemaslíquidos: Gracias a tí, aún no sé como seguirá pero iré pensando en ello,
tu blog: ¡Excelente!
saludos,

Gnóstica

Catalina Zentner Levin dijo...

Sigo esta historia con interés, la enfocas con delicadeza, llevándonos por las instancias de un erotismo en creciente, bajo una estética impecable.

Gnóstica dijo...

Gracias Catalina, ahi voy viendo como seguir, por ahora estoy medio en blanco pero vienen las ideas, hay que tener paciencia, un poquitin, y si, a la hora de tratar ciertos temas me gusta ser delicada, sobre todo estos tan controvertidos, que cada cual use su imaginacion, estaré visitandote, un abrazo fuerte,

Gnóstica