jueves, 21 de agosto de 2008

El destino de la fuente (V)


Camila sueña, es un sueño raro, “…en él aparece atada con unas cadenas en medio del océano, va en un crucero en donde todos están vestidos de etiqueta y ni siquiera la ven, ella grita, corre de un lado a otro pero nadie la escucha, y en medio del tumulto ve a su padre, pero este sí la ve, y ríe, con una sonrisa burlona y grotesca…”. Abre los ojos aun con un sabor amargo por tal pesadilla y distingue una sombra que parece chinesca al principio, como observándola al borde de sus pies, su visión se aclara a medida que se incorpora y ahí, parado, con la misma sonrisa burlona que en su sueño lo ve nítidamente.

Camila pega un brinco y trata de cubrirse con lo primero que encuentra, cubre también a Marcela que despierta poco a poco por tanto movimiento. Pobre Marcela, cuando ve a aquel hombre comienza a llorar descontrolada y desconsoladamente cubriendo su cara. Se viste apenas puede.

- ¡Puedes al menos voltearte! – le grita Camila a su padre
Su padre se voltea sin cambiar la expresión de su rostro, lentamente. Terminan de vestirse lo más rápido que pueden, Marcela no para de llorar y de repetir una y mil veces la vergüenza por la que está pasando.
-¡Basta de lloriquear chiquilla! – Ordena el Padre de Camila – Bien que lo disfrutaste hace un rato
-¡Cállate! – Camila se descontrola - ¡No tienes ningún derecho!
- ¿No tengo ningún derecho? Ahora verás si tengo o no derechos – Agarra a Marcela por el brazo casi lastimándola - ¡Tú! ¡Afuera! – Abre la puerta de un tirón y expulsa a Marcela del apartamento. Camila se desespera y corre detrás de ella en un intento fallido, pues su padre la toma por los hombros y la lanza hacia el butacón de la sala, cerrando la puerta de un golpe.
- ¡Lesbiana de mierda! – Su padre le grita pero Camila no baja la cabeza, le mira desafiante, con una ira implacable reflejada en sus ojos.
- ¡Pero al menos lo asumo! No como tú ¡Reprimido! – Se levanta Camila y pone su rostro a milímetros de distancia del de su padre - ¡Sí! ¡Reprimido! – Repite, su padre levanta el brazo, quiere abofetearla, Camila pone su mejilla - ¡Hazlo! ¡Descarga en mí tu frustración! – No lo hace.
- Este es tu fin Camila
- ¡No! Es tu fin – Replica Camila – Preferiste hacer infeliz a mi madre, claro, era más fácil así, ¿Pero sabes qué? Eres un inmoral, para mí no vales nada, así que no vengas a darme sermones, eres el menos indicado.
- ¿De qué hablas infeliz? – Su padre se pone nervioso, Camila dibuja en su rostro ahora la sonrisa irónica que antes él tenía.
- ¿Crees que no lo sé Felipe? ¿Crees que no te vi muchas veces en el establo, como los animales, con Javier? ¿Crees que mi madre no te vio también?
-¡Cállate o…!
-¿O qué? – Se impone Camila
-¡Se acabó! – Toma a Camila por el brazo y la conduce a la puerta, a empujones hace que entre al elevador, a empujones la saca del edificio, a empujones la sube al auto, y a empujones se la lleva de allí.

Marcela camina sin orientación, sin rumbo, vuelve sobre sus pasos, prosigue, sus ojos no paran de llorar, siente miedo, “¿Por qué tenía que ser así?” piensa… Teme por Camila, la dejó allí, sola con aquel monstruo, teme, teme que todo salga mal, y le invade una desazón enorme, y se desploma, en medio de la calle, de la gente que pasa pero ella no ve, ahí queda, como inerte, sin vida, completamente destruida y vorazmente sola.

Camila no se comunica, Marcela ha tratado por dos días seguidos de ponerse en contacto, todo en vano. Siente que el mundo se le viene encima que parte de ella se desprende por completo, enloquece. Se viste a prisa, agarra sus cosas y sale del internado.
Llega al edificio y sin tan siquiera preguntar al portero sube: 1-2-3-4-5-6, Parada. Busca el departamento 13, le dan escalofríos, es muy supersticiosa pero eso no le impide acercarse a la puerta, y ahí prendida de un adhesivo, una hoja de papel:
“Marcela, sé, tengo la total certeza de que pasarás por acá en algún momento, no temas, yo estoy bien aunque lejos, muy lejos, no pude llamarte ni verte, todo fue muy rápido, mi padre bloqueó todas mis líneas y me envió a un internado fuera del país, lo sé, no llores, vamos a estar juntas ya verás, solo espérame, espera a que vuelva, te amo, no lo olvides jamás, te amo con todo mi corazón, siempre tuya y por siempre, Camila”
Marcela cae al suelo con la hoja de papel presionada a su pecho y llora, llora con un dolor hueco, no siente sus piernas, su corazón, no siente la vida, nada. Se va de allí corriendo, llorando aun corre hacia aquella plaza en donde por primera vez la vio, en donde comenzó todo, corre con la esperanza de verle mojando su rostro en aquella fuente. No la ve.

Marcela se sienta en el mismo banco, va hacia la fuente y moja su rostro, es ahí donde siente a Camila con ella, entra completamente, se sumerge, y es en esa fuente, en ese instante, donde ama a Camila una vez más, siente en aquella agua la humedad de Camila en su cuerpo, su calor, y así, día tras día, año tras año, fue Marcela a esa fuente, ahí amó a Camila una y otra vez, ahí sintió sus besos cada vez que sumergía su rostro, su cuerpo, en donde la veía reír cada vez que observaba su propio reflejo en el agua, y año tras año fue Marcela, y año tras año nunca dejó de amar a Camila en el agua de su Fuente.

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