
Hace unos días me llamó una amiga casi en estado de desesperación, ella es lesbiana desde hace ya unos meses, o sea, descubrió su lesbianismo en ese entonces. Como bien decía al empezar este Blog, Paraguay es un país sumamente retrogrado en cuestiones lésbicas y homosexuales en general, su familia no sabe nada por supuesto y de ahí comienzan a darse sus crisis existenciales. Ella tiene su pareja, la misma chica con la que se descubrió y viven uno de los romances mas lindos que jamás he presenciado. Su pareja por otra parte no le exige pero si le reclama esa doble vida que lleva ante la familia por un lado y ante ella misma por otro, y no es que las personas siempre tengan que actuar de la misma manera o afrontar las cosas con el mismo empuje pero hay veces que se impone ser determinante, hay veces que necesitamos parar de mentir a todo el mundo, fingiendo ser algo que no somos. Mi amiga se presenta con este dilema, la mentira, le miente a su madre, le miente a sus amigos, a su familia en general pero lo que es peor, tiene que fingir. Es difícil, y hablo con propiedad en este caso, yo también tuve que fingir en un momento y es que no es nada fácil soltarle a tu madre y amigos “¿Saben que? Soy lesbiana, así que dejen ya de querer buscarme un buen partido”, no para nada, nunca fue fácil apostarse así la comprensión de los que quieres, porque de hecho no todos te comprenden. Pero llega un día en que necesariamente tienes que decir “BASTA”, las mentiras estresan, te desencajan, te descompensan; las mentiras no te dejan dormir en paz, prácticamente te atan a una vida paralela imaginaria que puede destruirte. La situación de mi amiga es esa, su madre se está dando cuenta, sí, ¡Las madres saben! No imaginen que se creen los cuentos que les hacemos tan fácilmente, hay ocasiones en que se los quieren creer pero esto no significa que realmente se los crean. Hay cuestiones psicológicas de por medio, una madre no quiere ni siquiera imaginar que su hija sea lesbiana, o su hijo gay, NO, ella se aferrará a la idea opuesta por fuerzas internas, porque prefiere creer (Aunque sospeche) antes de enfrentarse a la verdad. La madre de mi amiga sospecha sí, le pregunta, le cuestiona ciertas cosas, y esto está desestabilizándola, hundiéndola completamente, y con ella se está hundiendo su relación. Yo pienso que ser lesbiana no es un dilema, el dilema está en que cada una acepte su lesbianismo, que cada una asuma y afronte esta orientación sexual, porque al fin y al cabo es simplemente eso, una orientación y para nada aberrante como piensan muchos. Somos seres humanos y nuestra calidad humana no se mide por el hecho de acostarnos con quien mejor nos parezca, se mide por lo grandes que podamos ser internamente, por la nobleza que llevemos dentro, y eso se expresa a todos por igual, sean prostitutas, heterosexuales, homosexuales; ¿Cuantas Beatas he visto, Católicas hasta la médula, que le niegan una moneda de 500 Gs a un niño hambriento? ¿Cuantas (Cosa más denigrante aún) además de negarle una simple moneda les tratan bárbaramente y les echan de la iglesia (La Casa de Dios) como si fueran unos perros sarnosos? ¡Por favor! Dejémonos de ironías ¿O acaso Dios recibirá en el Reino de los Cielos a estas señoras solo por ser heterosexuales e ir todos los días a Misa? Pensemos un poco en esto y reflexionemos, ¡Si a veces una Prostituta puede llegar a ser más humana que una Católica Acérrima!
Es por eso que yo exhorto (Y nunca me cansaré de hacerlo) a cada chica lesbiana a abrirse, al final las madres, la familia o los amigos siempre terminan por aceptar, imaginen lo que sería no mentir más, no tener que fingir ante nadie, y quien no nos acepte... ¡Pobre de espíritu! Ese seguramente tampoco entrará en el Reino de los Cielos.
Es por eso que yo exhorto (Y nunca me cansaré de hacerlo) a cada chica lesbiana a abrirse, al final las madres, la familia o los amigos siempre terminan por aceptar, imaginen lo que sería no mentir más, no tener que fingir ante nadie, y quien no nos acepte... ¡Pobre de espíritu! Ese seguramente tampoco entrará en el Reino de los Cielos.